sábado, 15 de enero de 2011

24. Nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte.

Me aburría frente al televisor, comiendo salchichas, mientras miraba un programa de juegos para computadora seguro de ser el único televidente mayor de doce años. Sin saber cómo me encontré pensando en Iraola.
Reapareció hoy, y tras un desmañado saludo se sentó a patrullar. Él también luce alicaído y, me pareció, algo melancólico. En un momento dado me puse de pie y pasé detrás suyo para servirme un café. Navegaba en el Foro Bizarro.
Un foro es un lugar donde se dejan y encuentran anuncios de cualquier clase, aunque la temática está de alguna manera sugerida por los administradores, ya desde el mismo nombre. Me vino curiosidad por saber qué hacía Iraola en el Foro Bizarro, pero el hacker Esteban había tomado franco compensatorio. Debía arreglármelas por mi cuenta.
Volví a mi escritorio con el café, interrumpí las imágenes del banco de semillas que me llegaban desde Geocities y entré a Mundo Bizarro. Como no es algo que haga habitualmente el proceso fue lento. Para cuando llegué, Iraola había suspendido su patrullaje y conversaba con Salvides. De todos modos busqué su anuncio, pero es un sitio demasiado concurrido. Y extravagante.
Imaginen un mensaje en una botella. Imaginen un océano cubierto de botellas, todas con su correspondiente mensaje dentro. Las etiquetas dan alguna pista sobre el contenido, pero ustedes están rodeados. Por donde miren hay botellas. Es necesario abrir prácticamente todas para encontrar lo que están buscando. Imaginen que tampoco saben lo que están buscando.
Cuando Iraola se fue, con un saludo tan desvaído como el de su llegada, yo seguía abriendo mensajes en el Foro Bizarro. Se hizo la hora de salida y no había encontrado nada que pudiera atribuir, con alguna certeza, al subcomisario.
Volví a Geocities. Pasen y vean:

Shiva Skunk
Interior/Invernadero
Ganadora de la Copa Mostly Indica
Esta cruza entre Skunk #1 y Northern Ligths #5 es una de las variedades más confiables. Excelente productora, con un alto vigor híbrido, trabaja soberbiamente en interior tanto como en invernadero. En gusto y potencia es similar al Skunk #1, de dulce sabor, pero con mucha más resina y mayor producción. Lo máximo para principiantes y expertos. Durante la Copa Cannabis 94, Shiva Skunk obtuvo una de las altas calificaciones en la categoría Sativa/Indica, justo detrás de la Silver Pearl.
Floración: 45-55 días.
Altura: 125 cm.
Cosecha: 125 gr.
Finalización en invernadero: Octubre.

Cosecha en invernadero: 500 gr.
Art No: 228
120 fl.



Apagué el buscador y me fui directo a casa. De camino compré el paquete de salchichas que estaba devorando mientras miraba en televisión un programa sobre juegos para computadora y me sorprendí pensando en Iraola.
El subcomisario seguía casi en la superficie de mi mente cuando me levanté y fui hacia mi computadora. Abrí el disquete con las nuevas fotos de Carola. Elegí la última que tomamos antes de irnos, luego de depositar junto a ella, pero en posición invertida, el cuerpo de Iraola personificando al Hombre Araña. El detalle fue obra de Johnny. Intenté disuadirlo –un mal sueño de Carola y el subcomisario despertaría subcomisaria– pero no hubo caso.
Mandé la foto a Libermann con un mensaje: “Te voy a morder todo. Caról.
Entonces comprendí que también Libermann había estado todo el tiempo en mi mente. Y Sara. Sobre todo Sara.
Me puse una camisa limpia y salí la calle. Todavía no eran las 22. Alcancé a tomar el último subte y en media hora estuve frente a la casa de los Libermann.
¿Y ahora qué?

Seguía formulándome esa misma pregunta, cuarenta minutos después, cuando un coche se detuvo en la esquina, con las luces de posición encendidas. Me oculté en un zaguán. Al cabo de un rato escuché el zumbido de un motor que se alejaba y el taconeo de pasos femeninos acercándose. Me asomé con cuidado. Era Sara. Venía de la esquina. Iba a salirle al paso cuando por el rabillo advertí los faros del automóvil que doblaba en la bocacalle. Avanzó en dirección opuesta a la de Sara y cuando pasó a su lado le hizo un guiño de luces. Del conductor apenas pude ver una silueta oscura recortándose contra la débil luz de la calle. Sara le sonrió y saludó con la mano. Entonces me vio, al borde de la acera, a punto de cruzar la calle. Su rostro cambió de expresión y aceleró el paso. La intercepté antes de que llegara a su puerta.
–Sara...
–No tengo nada que hablar con usted –dijo Sara.
Quiso esquivarme por la izquierda. Di un paso lateral y quedamos de nuevo frente a frente. Luego pretendió pasar por mi derecha.
–Hop –dije volviendo a interceptarla.
–Córrase.
Hice un conejito.
–Parece que te fue bien en el backgammon.
Entornó los párpados y respondió en tren cocorita:
–¿Qué dice?
–Por lo menos ganaste un punto –agregué con mi sonrisa de fantasía.
Sara me tiró un cachetazo que hábilmente bloqueé con el canto de la mano.
–Cerdo.
–Puta.
Me acertó un puntapié en la espinilla. Me arrojé sobre ella y la aplasté contra la pared. El dulce aroma de su pelo me transportó veinte años atrás, hasta mi inolvidable noche con la señora López Vázquez. Le rodee el talle con un brazo al tiempo que deslizaba mis dedos a lo largo de sus vértebras. Su mano descendió hasta mi pierna. Me aparté un poquito para dejarla pasar. Tuve un vahído: la mano de Sara recorría ahora la cara interna de mi muslo. Me aparté más y la miré a los ojos. Estaban vidriosos. Y sonreía de una manera extraña. Sacó la lengua mientras se concentraba en la jugada. Su mano acarició fugazmente mi pirulín aterciopelado y siguió hacia atrás. Yo comencé a caer en el precipicio.
–No era verdad –dijo.
La miré intrigado.
–Que no te habían bajado los testículos.
Y cerró el puño.
¡Ay!

Sara es una mujer pequeña, de contextura frágil y delicada, pero me levantó en el aire. Como lo oyen. Las puntas de mis pies apenas si rozaban el piso. Y veía estrellitas de colores, una multitud de estrellitas girando a mi alrededor. Muchas estrellitas.
Como si yo fuera un muñeco de estopa, me llevó hacia un costado, aflojó la presión y caí de rodillas. Ahí nomás me pegó un carterazo y quedé desparramado en el umbral. Seguía viendo estrellas, pero ya eran más pálidas. Se ocultaban cada tanto detrás de pequeñas nubes deshilachadas.
Permanecí tendido un buen rato, aguardando a que mis testículos descendieran desde mi garganta. Que yo sepa. jamás los había tenido tan arriba.